viernes, 29 de octubre de 2010

Tejiendo cuentos

Cuento Sufi

Un día de lluvia torrencial un vecino corría presuroso buscando cobijo, cuando un hombre devoto le preguntó:
-¿Por qué corres?
-Corro para no mojarme -contestó.
-¿No sabes, desgraciado, que el agua de lluvia es una bendición divina? ¡Disfruta de ella! -le increpó el religioso.
Impresionado, el vecino comenzó a caminar despacio, calándose hasta los huesos.
Ocurrió que, otro día, el vecino vio al devoto corriendo bajo la lluvia.
-¿Has olvidado ya que la lluvia es una bendición del Señor? -preguntó irónico.
-Precisamente por eso corro a fin de no pisar esta bendita agua -respondió mientras se perdía calle abajo.

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domingo, 3 de octubre de 2010

Novedades de Tejiendocuentos

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Posted: 01 Oct 2010 04:10 PM PDT

                                    Cuento Anónimo suizo

El muchacho de quien hemos de contar ahora tenía un gran agujero en la manga. Esto le daba tanta vergüenza, que en la escuela no le era posible prestar en absoluto atención a las explicaciones del maestro.
Su madre no podía remendárselo; trabajaba en casa de gente extraña.
En su apuro se dirigió el chiquillo a las muchachas y les dijo:
-¿Quién quiere zurcirme mi juboncillo?
Pero las muchachas, ocupadas en jugar al escondite, no tenían tiempo para ello.
Entonces se dirigió el muchacho a las mujeres y les dijo:
-¿Quién quiere zurcirme mi juboncillo?
Pero las mujeres tenían que lavar los platos, y así le contestaron.
-¡Vuelve mañana!
Pero el muchacho no se atrevió a ir de nuevo a la escuela con el agujero en la manga. Se ocultó detrás de la escuela, y se encaminó presuroso al bosque. Miró hacia el tierno follaje de primavera y preguntó al cielo azul:
-¿Quién me zurcirá mi juboncillo?
Entonces, ante sus narices, descendió una araña a lo largo de un hilo. El muchacho recordó, al verla, una cancioncilla que le habían enseñado en la escuela:
¡Oh araña de larga patita!
Es tu hilo como seda finita.
Ligero, añadió a la canción:
Zúrceme tú, araña, por favor
el agujero de mi jubón,
para que yo, ¡ay, pobre de mí!
pueda a la escuela hoy asistir.
La araña se deslizó por su hilo hasta el chiquillo y contempló con atención el gran agujero de la manga. Ágilmente corrió de un lado a otro y anudó, de arriba abajo, firmemente, los hilos. Luego corrió en círculo alrededor del agujero, cien veces quizás, y no cesó de enlazar hilo con hilo, hasta que todo el agujero quedó oculto por ellos, magníficamente entrelazados.
-¿Cuánto tiempo durará el zurcido? preguntó el chiquillo.
La araña no pudo darle ninguna respuesta; pero el cuclillo pasó volando sobre la cabeza del muchacho y cantó repetidamente:
-¡Cu-cú! ¡cu-cú! ¡cu-cú!
-¿Tres años? -exclamó gozoso el chiquillo-. ¡Qué alegre estoy!
Se encaminó presuroso a la escuela y llegó a tiempo para la lección.
¡Qué maravillosamente podía ahora atender! Ni una sola palabra del maestro se dejaba perder el chiquillo; pues, no teniendo ya ningún agujero en la manga, tampoco tenía ya por qué avergonzarse.
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Posted: 30 Sep 2010 04:06 PM PDT

Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
--Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
--No, señor -repuso el barquero.
--Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
--Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
--No, señor, no sé nada de plantas.
--Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
--Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas.
¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
--No, señor, nada sé al respecto.
No sé nada de estas aguas ni de otras.
--¡Oh, amigo! -exclamó el joven-.
De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
--Señor, ¿sabes nadar?
--No -repuso el joven.
--Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.

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