EL RINCÓN DEL APRENDIZ DE ESCRITOR.
Creo en la grandeza de Dios, sueño con un mundo, donde podamos vivir por principios, no por instintos, con la libertad que Dios nos dio al darnos la vida, teniendo en cuenta que ¡Todo me es licito más... todo no me conviene!.
jueves, 4 de marzo de 2021
viernes, 19 de febrero de 2021
viernes, 4 de septiembre de 2020
domingo, 19 de julio de 2020
Los dorados de Ocre & Oro - Poesía: VIDA
Los dorados de Ocre & Oro - Poesía: VIDA: Refiere el sufrimiento y enclaustramiento de la mujer al recibir la noticia de que padece un cáncer de mama y cómo lo vive su esposo. P...
viernes, 19 de junio de 2020
LUCEROS DE AMOR
Ojos lindos...
cuando me miran, son dos dos luceros,
que alumbran mi camino.
Ojos lindos
tiernos, enamorados...
llenos de paz y alegría.
Cada vez que me miran, quedo extasiado,
Si supieran cuanto los he esperado,
cuanto los he amado…
Cuando me miran guían,
mi camino.
Ángeles del amor, que traen la paz que da,
¡Dios!
Simonpetrus
Bogotá, Junio 19 del 2020.
LOS HIJOS DE EUSTAQUIO MINA
LOS HIJOS DE EUSTAQUIO MINA
Un lunes en la madrugada,
regresan al puerto de Buenaventura, Eustaquio y Jesús María; dos pescadores que
habitualmente hacen su trabajo en horas
nocturnas en las aguas del mar pacifico. Por tradición, en estos
meses se recoge pescado en abundancia, pues es época de cuaresma. Pero el
petróleo que van botando los grandes barcos cargueros y la pesca industrial
indiscriminada, hacen cada vez más difícil la labor de los pescadores
artesanales, como son los nativos de Buenaventura.
-Qué frío tan verraco; nos mojamos hasta el alma y casi no pescamos nada;
dice el negro Eustaquio.
- Hermano, por el pescado que logramos
coger, escasamente nos dan para la gasolina, le contesta su socio de aventuras
Jesús María.
-Y el problema mayor es el dinero que
necesito para mi muchacho; ya no tiene para sus gastos en Bogotá, y sin dinero
¿Cómo ira a la universidad? Se pregunta lastimosamente, el negro
Eustaquio.
Eustaquio Mina, nacido en Buenaventura, principal
puerto sobre el océano pacifico
Colombiano, después de veinte años de trabajo salió pensionado del
terminal Marítimo, con una buena mesada mensual; pero el dinero no alcanza para
cubrir los gastos de su hijo Wilson, que está terminando sus estudios
universitarios, en una importante universidad de la capital; además debe hacer
milagros para la manutención del resto
de la familia. Ah…y del ron, que diariamente comparte con sus amigos.
Negro Eustaquio, le decían cariñosamente
sus compañeros en la época que trabajaba como estibador en el Terminal; se
distinguió por andar muy bien vestido, (siempre de blanco) hablador, mujeriego
y parrandero, eso sí, tenía fama
de ser muy cumplidor con sus hijos; por tal razón era muy popular entre el sexo
femenino, las negritas los buscaban para conquistarlo y de paso poder
acomodarle un hijo. Está practica era el
deporte favorito de la gran mayoría de mujeres que buscaban asegurar su futuro
sin tener que trabajar demasiado; los elegidos siempre eran empleados del
gobierno; algunas perseguían funcionarios públicos, como, policías, profesores,
trabajadores municipales u portuarios; ya que con un hijo tenían asegurado su
futuro económico, por lo menos hasta que cumpliera el muchacho la mayoría de
edad; sencillamente tenían un hijo o varios con el paciente escogido, si el
hombre no respondía a las buenas, le entablaban un proceso por alimentos, luego
embargaban el sueldo y problema solucionado. Había algunos funcionarios hasta
con diez embargos de diferentes mujeres. Eustaquio, lo tenían matriculado dos
mujercitas con quien tenía hijos. Sol María Cuero, era una de ellas, además de compañera
permanente, tenían dos hijas y un varoncito muy "blanquito" que era
el orgullo del papá. Precisamente ahora estudia en Bogotá, para ser un
importante abogado; decía muy orondo y orgulloso el negro Eustaquio.
El problema con el hijo
"blanquito" de Eustaquio, era su afición al fútbol, que en realidad
era su pasión. Desde que llego a
la capital se convirtió en la estrella del equipo de la universidad, las
compañeras de la facultad, sus más fervientes admiradoras. Allí conoció a Elsa,
una paisana negra muy hermosa, que también estaba a punto de terminar la carrera
de Abogada. Se enamoraron rápidamente, con el tiempo se les presentaría un gran
dilema para los muchachos; matrimonio u estudio; pero…si se casaban ¿Cómo terminarían sus carreras?
Doña Carmen Rincón, la madre de Elsa,
nunca aprobó este noviazgo por varios motivos; Wilson o sea el
"blanquito", aunque muy buen muchacho, le gustaba el trago, y con la
disculpa de los partidos de fútbol,
siempre tenía un motivo para andar en juergas; pero lo más grave era que
conocía a Eustaquio Mina, y el recuerdo que ella guardaba, era de un negro
engreído, orgulloso y mujeriego; su hija no podía emparentarse, con una familia
de negros borrachos e ignorantes.
- Elsa, en un lloriqueo le decía a
Wilson: mi mamá, no te quiere y jamás va a estar de acuerdo con nuestro
matrimonio.
-Mi amor, yo voy a hablar hoy mismo con
mi padre; sé que él me va
a entender y muy seguramente me apoyara en la decisión que tome. Si él no lo
hace, tengo una propuesta para jugar fútbol profesional; lo único que me duele
es no terminar mis estudios, que son la mayor ilusión de mi viejo, le
contesto Wilson.
-Pues las cosas no pueden esperar más;
mi mamá ya está sospechando y, a cada
rato vive preguntándome, sobre los mareos y nauseas; decía llorando la pobre Elsa.
-Yo te lo advertí le contesto disgustado Wilson.
-Ah… Ahora resulta que el problema es
mío, grito Elsa
-No mi amor claro ¡que no! pero no
quisiste cuidarte y, ya ves lo que nos pasa responde en tono conciliador,
Wilson.
-No sé pero… está situación tiene que arreglarse inmediatamente; si mi
madre se da cuenta, una guerra es poco para ella, contesto Elsa.
En el puerto, al desesperado Eustaquio, ese lunes, la única posibilidad de
conseguir dinero, era acudiendo al agiotista del pueblo y venderle su mesada pensional, para poder cumplir con el giro de su hijo.
-Que lío, pensaba el pobre negro; este prestamista es cada día más
usurero, vender mi sueldo al veinte por
ciento es casi un robo, pero, ¿qué hago?, si no le mando el dinero al
muchacho no podrá estudiar; mis otros hijos me salieron borrachos e
irresponsables, las hijas se metieron con la persona equivocada, se llenaron de
hijos, me los dejaron para que yo los criara y luego se fueron
tranquilamente para los Estados Unidos. El único que ha respondido es mi
"blanquito" respetuoso, inteligente y buen estudiante; muy buena
gente, tan diferente a sus hermanos, parecen gorilitas de los feos que salieron
y, él tan diferente. ¿A quién saldría mi muchacho? a mí no porque soy un negro grande y feo;
seguramente a la familia de Sol María, se respondía hablando solo.
Cada lunes a las nueve de la noche, Eustaquio,
tenía como costumbre llamar a su retoño más querido; le comunico lo del envío del dinero y hablaron
un rato de la familia, pero él lo notaba muy tenso y nervioso. Él negro,
conocía a su hijo, por eso le pregunto:
-Bueno Wilson, qué es lo que te pasa,
te noto muy preocupado, ¿hay alguna novedad que no me has comentado?
-Wilson, casi tartamudeando le dijo a su
padre:
-¡Me voy a casar! solo necesito que me des la bendición.
-Eustaquio, pegó un grito que sorprendió
a todos en la casa ¿CÓMO DICE HIJO?
-Si padre; conocí a mi novia acá en la
universidad; somos compañeros y está igual que yo, próxima a terminar la
carrera. Es porteña y se llama Elsa Rincón, le contesto Wilson.
A Eustaquio casi le da un ataque al
corazón; su mujer llegó apresuradamente a ver que le sucedía, ¿Qué pasa? Pregunto
-Casi nada, dijo gritando el negro, el
"blanquito" se quiere casar. Hizo un gran esfuerzo y se recupero
-Bueno hijo, baraje el cuento más
despacio y dígame:
- ¿Cómo es lo del matrimonio y quien es esa niña Elsa Rincón? (entre
otras cosas ese nombre le sonaba muy familiar a él).
-Si padre, ella es nuestra paisana; su madre se llama Carmen Rincón;
se vinieron del puerto hace ya como veinte años; aquí nos conocimos y estamos enamorados, aunque doña Carmen no me
quiere, y no me acepta como esposo para su hija, pensamos casarnos lo antes
posible, le respondió Wilson.
Ahora sí que le iba a dar un ataque a Eustaquio, si confirmaba lo que
estaba pensando, pues él había conocido a una mujer muy hermosa trabajando en
el puerto con la que tuvo un amorío, pero ella desapareció sin dar
ninguna explicación de la noche a la mañana. Más tarde le contaron que ella
había viajado a Bogotá a donde unos familiares, porque estaba embarazada y no
quería pasar vergüenzas ante sus amigos. El guardo la esperanza que Carmen le escribiera para aclarar las cosas,
pero nunca recibió noticia alguna. La espina de que la hija de Carmen fuera
hija suya, empezó a darle vueltas en la cabeza.
-Mira hijo; mañana viajo para allá
a primera hora, espéreme que allí llego sin falta. Esa noche no durmió ni un
minuto pues las preguntas eran demasiadas. ¿Qué tal que la novia de su hijo,
resultara ser hija suya también? - entonces serían medio hermanos- ¿y en esas
condiciones como se iban a casar?
Eso sería pecado, y el único responsable sería él por no haber buscado a
Carmen. A la mañana siguiente Eustaquio consiguió más plata prestada y viajo rumbo a la capital con la esperanza
de dejar todo el asunto aclarado.
Llego al aeropuerto hacia el mediodía; Wilson lo esperaba en compañía
de su novia, ese día lucia
radiante de felicidad; tenía un aspecto raro en su cara, se veía hermosa,
estaba un poco pálida y eso hacía que resaltara el color negro de sus bellos
ojos. No había duda, era una mujer muy linda y tenía las dulces facciones de su madre.
Cuando Eustaquio se acercó a saludarlos, pudo reconocer la
mirada de la mujer que lo había abandonado años atrás sin siquiera darle una
explicación.
Después de los abrazos y de la presentación
de la novia; Wilson, le hablo a
su padre como siempre lo había hecho desde que era un niño; de frente y sin ningún
temor pues más que su papá (por el que sentía un inmenso amor y respeto) estaba
el hombre en quien podía confiar. Le contó toda la historia y Eustaquio lo
escuchaba atención y preocupación; estaba casi que aterrado, pues la idea de
que fueran medio hermanos no se le salía de la cabeza. Y lo peor ¿cómo aclarar las cosas sin herir a
nadie?
El negro Eustaquio, recordó ese día, qué en el hospital central de la
capital, trabajaba un médico que había sido muy amigo suyo: él doctor Manuel
Martínez, se conocieron en el centro médico del puerto cuando él hacia su año
rural y trabajaba con los empleados portuarios. Formaron un grupo musical, además
de jugar fútbol y parrandear todos los fines de semana. Esto los unió en una
gran amistad. Así que sin pensarlo dos veces fue a buscar a su viejo amigo y allí
lo encontró siendo ya el director del hospital.
-Mi querido doctor; fue el saludo del
negro Eustaquio, cuando al fin pudo entrar a la oficina del médico.
-Negro desgraciado, por fin se acuerda
que tiene un hermano abandonado, -le contesto el médico- se dieron un gran abrazo y hablaron por más de dos
horas de lo humano y lo divino. Hasta que al fin el médico, le dice a su viejo
amigo,
- Bueno negrito; ahora si dígame
¿a qué debo el honor de tu visita?
Eustaquio, medio apenado empezó a
echarle el cuento completo de su vida y la
familia, y desde luego el problema del matrimonio de su hijo, la posibilidad
de que fueran medio hermanos; mejor dicho el hombre estaba hecho un manojo de
nervios.
El médico lo escuchó con mucha atención;
luego dijo:
-Mire hermano, usted tiene conmigo un
examen médico pendiente desde hace más de veinte años. Empecemos por ahí… Luego
veremos qué pasa. ¿Qué tal si
empezamos ahora mismo? recuerde que la última vez que estuvo en mi consultorio
allá en el puerto, quedo de volver en la tarde y todavía lo
estoy esperando.
-¡Ay! mi doc. Es que yo no estoy
enfermo, yo lo que necesito es arreglar los problemas con mi familia.
- ¿Y no dice que quiere aclarar las
cosas?
-Pues claro, responde el negro
-Entonces voy a darle una orden para
unos análisis de laboratorio, viene mañana en ayunas y empezamos.
-¿Estás de acuerdo concluyo el galeno?
Al otro día, Eustaquio, llego a las seis de la mañana; le tomaron
muestras de todo, le sacaron según él, como un litro de sangre y lo mandaron
regresar al otro día por los resultados.
Su amigo el doctor Martínez lo estaba
esperando medio serio, medio contento.
-
Dígame, Eustaquio, ¿cuantas
veces usted ha ido al médico en los últimos veinte años?
-El negro, se queda pensado un rato y
luego le dice orgulloso ¡NUNCA!
-Pues le tengo noticias; unas buenas y
otras no tanto.
- ¿Cuál quiere oír primero?
-Eustaquio, medio preocupado le dijo:
-Bueno
hermano, dígame las buenas. El médico le respondió: su salud es excelente… en
casi todo.
-¿Y las regulares o malas? pregunta
angustiado el pobre negro.
-Pues no son tan malas, pero son muy
serias para su vida, responde el galeno
-¿Entonces qué es?
El médico muy serio le dice con pena:
-Mi hermano del alma, usted nunca pudo
engendrar hijos, pues tiene una enfermedad congénita, que lo hace…estéril.
El negro por unos momentos se puso como
blanco, quizás un poco gris… como un papel; quedó frío y desconcertado con la
noticia que le estaba dando el
médico. Sollozando le dice al doctor:
-Hermano, deje de mamarme gallo, que yo soy su amigo y
con estás cosas no se puede
jugar.
¿Cómo me va a decir que no puedo tener
hijos, si tengo seis hijos y siete nietos?
Su viejo amigo, el doctor Martínez, muy
serio, incluso algo molesto le contesta:
-Pues le pusieron cachos, mi querido
amigo.
Ya más calmado y con lágrimas en los
ojos, el negro le responde:
-Ah…
¡No! Hermano mío.
A esos muchachos yo les cambie los pañales, les limpie el culo cuando eras bebes, los cuide cuando estaban enfermos, pase noches enteras en vela cuando no
dormían, los lleve a la escuela…
muchas veces he llorado con ellos, unas veces de alegría, otras de tristeza; me
han sacado la piedra más de una vez, pero aun así los he amado con todo mi corazón.
Además me regalaron los nietos más
bellos del mundo y mi, blanquito, es mi orgullo; mi vida, ya va a ser
doctor, igual que usted. Así que no me venga con el cuento que no son hijos
míos; tal vez no los pude engendrar, pero estos son míos y no me los quita
nadie; estos negros feos como yo, son mis hijos, son míos, Dios me los regalo.
El galeno quedó mudo, no podía responder; era demasiado el respeto que este gran
hombre inspiraba, no le importo
el resultado de sus análisis, ellos eran sus hijos, él su padre; solo pudo
abrazarlo y derramar unas cuantas lágrimas con su entrañable y viejo amigo.
Escrito por: SIMONPETRUS
martes, 5 de mayo de 2020
Tesoros en el cielo
(B) 19 »No
acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y
donde los ladrones se meten a robar.20 Más bien,
acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen,
ni los ladrones se meten a robar.21 Porque donde esté tu tesoro, allí
estará también tu corazón
La
pandemia del coronavirus 19, ha sido el único suceso que puso al mundo en un
encierro total, su poder de destrucción letal contra la raza humana es real y
nos pone en evidencia. Sin la ayuda de Dios, no somos nada.
Miremos países industrializados, como E.U,
China, Francia, España, Rusia, etc. Con todo su poder militar y económico, ¿de
qué les sirve? Si no pueden cambiar el rumbo de sus vidas, si no es voluntad de
Dios. O ¿adónde se podrían esconder, si Dios no está presente?
Muchos
son los que se ahora se acuerdan de Dios, y preguntan ¿qué está pasando?
¿Porque Dios permite que estas cosas sucedan? La respuesta es bien sencilla;
los parámetros establecidos en el manual de convivencia (Biblia. Ex. 20: 1-17)
han sido violados desde el principio de la creación.
Todos nos hacemos los sordos, mudos, ciegos y
de alguna manera convivimos en el mundo carnal y vienen las aflicciones
descritas en la Biblia; violencia, guerras, destrucción y muerte.
Pero
no todo es malo hay esperanza; El amor del Señor Jesús, es incondicional y él
ha prometido que nunca nos abandonará; además
la tierra está cambiando, las aguas de los ríos y mares ahora son más limpias, los animales reaparecen tímidamente y
el campo da sus frutos frescos.
Si
aprovechamos el tiempo tendremos un rencuentro con Dios y la familia; así mismo
podríamos someternos al Dios de la vida y pedir perdón; recordando que las
verdaderas riquezas están en el cielo, que nuestro paso por la tierra es
transitorio, efímero…todos tenemos una cita asignada con Dios, donde rendiremos
cuentas.
Así
que sería bueno decidir de una vez por todas, ¿acumulamos riquezas en la tierra
o abonamos el camino para el regreso a nuestra casa celestial?
Podríamos
cambiar odio por amor, indiferencia por servicio,
orgullo por humildad, rencor por perdón, la guerra por la paz. Dicho en otras
palabras: ¨No le hagas a tú hermano lo que no quieres que te hagan.´
Los tiempos son malos, quizas mañana sea tarde, tú decides perdonar y vivir, o dejar que el odio y el rencor te invada.
Las citas Biblicas son tomadas de la Biblia NVI.
Mayo 5-20
Suscribirse a:
Entradas (Atom)